ABSTRACT
How to co-ordinate
the tools that allow us to analyse words with those that allow
us to analyse images? How to promote the development of a
Semiology of audio-visual enunciation, next to a Linguistics
of verbal enunciation? After examining F. de Saussure’s,
and Ch. S. Peirce’s contributions to a general theory of reference,
it follows an overview of É. Benveniste’s and Lacan’s takes
on symbolic order and the linguistic subject. Discursive elements
of audio-visual narrative are then traced and identified.
Image is seen both as a form of writing that congeals the
visual flow and as gaze’s memory. It might be said that audio-visual
production leads to the elaboration of a new kind of “writing”
that frees image from its analogical function in benefit of
its conventional character. As well, this new kind of “writing”
tends to promote its semiotic value —symbolic— to the detriment
of its referential value —realist.
¿Cómo coordinar las
herramientas que permiten analizar la palabra con aquellas
que permiten analizar la imagen, favoreciendo así el desarrollo,
junto a la lingüística de la enunciación verbal, de una semiología
de la enunciación audiovisual?
1.
LA METAMORFOSIS DEL SIGNO
En
verdad, palabra e imagen, siendo ambos signos —portadores
de sentido— poseen cada uno una forma específica de significación.
El sentido de una palabra procede de la economía del código
que la alberga y la nutre; el sentido de una imagen [-]
está ampliamente determinado por el contexto de su enunciación.
[-] La imagen hace que un universo de enunciación se
corresponda con un universo referencial. No opone un significante
concreto a un significado conceptual, sino un significante
actualizado a un referente virtual o latente. La imagen remite
pues, en primer lugar, a un referente que ella misma reduplica,
no sin antes dotarle de una forma, mientras que el significante
verbal, la palabra, construye el signo por mediación de un
sistema simbólico “arbitrario” —gramática y léxico— que tal
significante actualiza en lo real.
La imagen
y la palabra son así los momentos extremos de un mismo proceso
de semiotización, que permite pasar de la figura motivada
al símbolo inmotivado, dejando emerger al significado
como paradigma de los contextos de la enunciación. El significado
es la memoria de los contextos en los cuales se manifiesta
el enunciado.
2.
LO ARBITRARIO DEL SIGNO
Saussure [(1969,
p. 101)] ha acentuado aquella parte del sentido que
está ligada a lo arbitrario, afirmando que los signos inmotivados
son más adecuados que los otros para alcanzar el ideal
del procedimiento semiológico — o dicho de otro modo,
para crear un consenso acerca de un referente.
En efecto, el sentido procede de la multiplicidad posible de interpretaciones
del contexto por el (o los) sujeto(s) de la enunciación. Es
así el efecto de un proceso en dos tiempos: un tiempo enunciativo
que liga el contexto con la figura que lo representa (se trata
de su componente [semántica] según la
terminología de Benveniste) y un tiempo propiamente simbólico
que asocia la imagen visible del signo a su concepto
invisible.
La radical modernidad
del signo saussureano se debe a la afirmación de que la materialidad
del signo no puede oponerse a la idea que este conlleva. La
puesta bajo tutela del sentido es inherente a la teoría de
Saussure, para quien cada signo verbal se supone que asocia
íntimamente una figura sonora y un concepto, pero no tiene
valor sino en el interior del sistema que este constituye
con sus semejantes. Las palabras no remiten a las cosas,
ni incluso a los conceptos. Las palabras —en tanto que elementos
del sistema de la lengua — portan en sí, consubstancialmente,
su sentido.
El sentido de una
palabra es inseparable de su forma e inaccesible sino a través
de esta; incluso si la relación entre forma y contenido es
inmotivada, convencional, arbitraria. Más allá del signo verbal,
la naturaleza arbitraria o inmotivada de las relaciones de
significación caracterizan a la actividad simbólica o, dicho
de otro modo, a la actividad humana o cultural en general.
Saussure introduce
así la idea de una continuidad entre el universo del sentido
y el universo de la forma. Esta idea será retomada y desarrollada
por Benveniste, quien precisará que el sentido y la forma
son los productos recíprocos de procesos inversos de integración
y de análisis1.
La conclusión saussureana
sobre la descripción del signo condujo a Benveniste, por una
parte, a introducir explícitamente al referente como el tercer
elemento del proceso de significación y, por otra parte, a
disociar las unidades lingüísticas dependientes de la lengua
de aquellas dependientes de la enunciación.
3.
PEIRCE Y SAUSSURE
La semiología
se ocupa del signo y la semiótica del sentido. Es así como
se podría sin duda caracterizar mejor a aquello que aproxima
y a aquello que separa a Ferdinand de Saussure de Charles
Peirce. El filósofo americano Charles Peirce aporta aquella
novedosa idea de que el sentido no pertenece al objeto sino
a la mirada, o, más precisamente, que el sentido se inscribe
en el momento del reconocimiento.
La[s]
teorías de Peirce y Saussure no son contradictorias, contrariamente
a lo que se oye con frecuencia. Por una parte, porque estas
no se aplican estrictamente a los mismos objetos, por otra,
porque no persiguen los mismos objetivos. Sin embargo ambas
convergen o facilitan la asociación de los elementos necesarios
para una teoría general de la referencia2, que
se podría resumir un poco libremente de la siguiente manera:
1)
la significación se manifiesta
en primer lugar como una cualidad (“la referencia a un fundamento”)
que se aplica al ser3. Se puede hablar de una relación
unaria, autorreflexiva (o metonímica) del ser consigo mismo.
Esta relación está en el origen de la [ipseidad], o
dicho de otro modo, de la permanencia temporal de lo mismo.
2)
la significación se manifiesta
en segundo lugar como un correlato de dos objetos que autoriza
luego a clasificarlos bajo un mismo paradigma. Se puede hablar
de una relación binaria de similitud (o relación metafórica).
Esta relación permite identificar al otro como doble del mismo.
Es una relación de imagen o especular que establece lo idéntico
(el idem) y el espacio como lugar de la coexistencia
temporal.
3)
por último, la significación se manifiesta
en el proceso (ternario) de representación (que es, propiamente,
constitutivo del sujeto lingüístico o semiótico5).
La representación pone en relación un hic et nunc con
un alibi, un correlato con un interpretante6.
Reúne pues en un mismo movimiento los dos procesos precedentes
de permanencia temporal y de identificación espacial. Este
proceso que podemos calificar de enunciativo es el único en
rigor creador de sentido —en el movimiento mismo en el que
atribuye una figura a la separación o a la ausencia.
4.
LOS TRES TIEMPOS DEL SUJETO LINGÜÍSTICO
Esta interpretación
del proceso semiótico nos remite a un tiempo a los fundamentos
de la lingüística de la enunciación —tal y como los ha descrito
Émile Benveniste (1974:15) — y a la formulación lacaniana
del legado psicoanalítico freudiano (Lacan [1966])8.
Lo que está latente
tanto en la obra de Benveniste como en la de Peirce, es que
el símbolo procede de la imbricación de tres órdenes —que
se podrían denominar, con Lacan, real, imaginario y simbólico.
El orden del símbolo presupone y contiene a las instancias
real e imaginaria.
La primera significación, ligada a la percepción, permite organizar el
mundo como lugar de manifestación o de presencia de cualidades
múltiples. La unidad del objeto procede de la permanencia
relativa de las cualidades que este manifiesta.
La segunda significación está ligada a la identificación o el reconocimiento
del objeto como parte carente de sí. Esta inaugura el espectáculo
como lugar de la ausencia.
La tercera significación constituye al sujeto como lugar de interpretación
del mundo, liberando al signo del contexto de su manifestación.
El sentido del signo deviene independiente del contexto de
su enunciación. Se ubica en el tesoro del código, poniéndose,
en adelante, a disposición de la creación de universos virtuales.
La imagen más fiable
que se puede dar de esta incrustación de registros puede tomarse
prestada de la descripción que da Émile Benveniste del sistema
de “pronombres personales” (Benveniste 66, 20). El YO mantiene
consigo mismo una relación indiciaria, metonímica, unaria;
el TÚ introduce la relación (metafórica) con el otro (imaginario)
y el ÉL —que Benveniste caracteriza como la no-persona, pues
escapa al proceso estrictamente discursivo— abre el campo
simbólico de la representación, lugar de “en otra parte”,
o del relato. Es en este no-lugar donde la semiosis
se completa en la cristalización del símbolo.
Si estas instancias se ordenan y se presuponen, en verdad ninguna de
ellas puede encontrarse en un estado libre. El sujeto (el
YO lingüístico o social) no es primero sino en apariencia
y no asume la totalidad de su función sino en el momento en
que se mira en los ojos del otro, en el momento en que se
oye en la respuesta que recibe del otro y en el lugar, fuera
de plano, en el que se ve conversar con el otro.
5.
LA ENUNCIACIÓN AUDIOVISUAL
El lugar predilecto
de la manifestación —simultánea y complementaria— de palabra
e imagen es el discurso en el que uno y otro intercambian
a la vez palabras y miradas según un proceso de puntuación
—por turnos— que mezcla la secuencia de las palabras con la
secuencia de las miradas.
Pero, si es fácil
dar cuenta del intercambio de proposiciones verbales —poseemos
la escritura para objetivar el habla—, ¿cómo dar cuenta de
las proposiciones visuales que puntúan el discurso sino adoptando
el punto de vista de un realizador, a fin de elaborar un [montaje]
del acontecimiento que la memoria de las miradas establece?
El relato audiovisual se propone así como la reproducción de un acontecimiento,
real o imaginario, bajo el modo discursivo. O, dicho
de otra forma, propone una lectura del acontecimiento como
una secuencia de miradas y cadenas lingüísticas. Estos segmentos,
visuales y sonoros, simulan los puntos de vista y de escucha
de los actantes del acontecimiento y de la enunciación.
El relato audiovisual puede pues ser analizado como una concatenación
de miradas internas o externas al acontecimiento representado.
Añade a la retórica del discurso verbal una retórica del discurso
visual, estructurando la imagen bajo el modo de la palabra.
Los procesos de representación audiovisual mezclan la simbólica de la
palabra y la simbólica de la imagen en un juego de interacción
compleja en el que aquello que se da a ver y oír revela simultáneamente
una imagen del acontecimiento y una mirada sobre el acontecimiento.
La
ruptura de continuidad del significante analógico (esto es,
la segmentación en planos) manifiesta, en particular, de forma
evidente, la intervención del narrador en la exposición del
acontecimiento de referencia. Cada plano conlleva, además
de su significación referencial —de su contenido— una significación
enunciativa o pragmática que encubre (o manifiesta) una intención
o un designio interpretable por parte del espectador.
En directo o en diferido, el [montaje y la edición]
son simulaciones sutiles de los procesos de puntuación intersubjetivos
que tienen por objeto transformar el discurso en relato o,
incluso, hacer explícitos los elementos pragmáticos propios
del acontecimiento representado.
La mirada carga a la imagen de una intención. El diálogo es intercambio
de palabras pero además intercambio de miradas y de puntos
de vista. La puntuación de las miradas acompaña a la puntuación
de la cadena lingüística. La proposición verbal (el enunciado,
la frase —que Benveniste describe como la unidad de la lingüística
de la enunciación—) encuentra así su paralelo en la mirada,
definida como la unidad de puntuación del intercambio visual
(J.-P. Desgoutte 1998, pp.15-18 e infra p.54).
La alternancia de cadenas verbales y miradas fija simultáneamente al
sujeto en su doble función intersubjetiva (Yo/Tú) y al objeto
en su posición como tercero (Él), figura investida de carga
semántica. Este momento, fácilmente identificable en el intercambio
verbal, es también manifiesto en el intercambio visual. El
sujeto da a ver como da a oír. Y la imagen es una forma de
escritura que perenniza o coagula el flujo visual, como la
escritura verbal perenniza el flujo sonoro. La imagen es la
huella que deja la mirada sobre el objeto (de la misma forma
que la escritura es la huella que deja el habla en el espacio).
La imagen es la memoria de la mirada.
Si la proposición
es la unidad de análisis del discurso, es también, en este
sentido, portadora una intención sobre el otro. Esta intención,
este intenté9, está en el origen mismo del
sentido desde el momento en que este es percibido como tal
por el interlocutor. Como el mensaje acarrea una intención,
es reconocido como signo por el otro. De la misma manera,
la mirada puede ser definida como la manifestación de la intención
del sujeto en la imagen que este ofrece, de sí propio o del
otro. El fundamento mismo de toda simbólica se inscribe en
la distancia entre la forma del mensaje y la intención que
este conlleva. El valor simbólico de un objeto, su sentido,
procede del reconocimiento por parte de uno de la intención
del otro y viceversa.
6.
LA ECONOMÍA DE LA PALABRA Y LA EMANCIPACIÓN DE LA IMAGE
El lenguaje verbal ha sido el lugar privilegiado de elaboración de unidades
simbólicas cuyo modo de significación es largamente independiente
del contexto de su manifestación. Instituye la autonomía de
lo simbólico en relación al contexto, permitiendo a los signos
verbales que se tomen unos a otros como referentes. La palabra
produce así su propio metalenguaje que puede, por otra parte,
aplicar a los otros sistemas de signos.
Mas nada prueba
que no se trate aquí de otra cosa que del desarrollo privilegiado
de un cierto tipo de escritura. El desarrollo contemporáneo
de las formas de relatos y de discursos audiovisuales nos
conduce a interrogarnos sobre la emergencia de formas de abstracciones
y de elipsis audiovisuales, que se podrían proponer en apoyo
de representaciones y de análisis de los relatos audiovisuales.
Se puede incluso pensar que el destino contemporáneo de la producción
audiovisual conduce a la elaboración de una nueva forma de
“escritura” que libera poco a poco a la imagen de su función
analógica en beneficio de su carácter convencional, y tiende
a valorizar su valor semiótico —simbólico— en detrimento de
su valor referencial —realista. Si se tiene esto en cuenta,
la función de estereotipo o de lugar común tenderá a oscilar
de la abstracción verbal a la abstracción visual, la imagen
abstracta, o la imagen-intermediaria, haciéndose cargo de
al menos una parte del papel de apoyo mítico del juego social
tradicionalmente reservado a la palabra...
Traducción
de Rocio Martínez Espada
(The University of Nottingham, U.K.)
NOTAS
1.
“[...] Podemos formular pues las definiciones siguientes:
la forma de una unidad lingüística se define como su
capacidad de disociarse en constituyentes de nivel inferior.
El sentido de una unidad lingüística se define como
su capacidad de integrar una unidad de nivel superior.
Forma y sentido aparecen
así como propiedades conjuntas, dadas necesaria y simultáneamente,
inseparables en el funcionamiento de la lengua. Sus relaciones
mutuas se descubren en la estructura de los niveles lingüísticos,
recorridos por las operaciones descendentes y ascendentes
del análisis, y gracias a la naturaleza articulada del lenguaje”
Benveniste (1966: 124-127)
2. “[...] La lógica
trata de la referencia general de los símbolos a sus objetos.
Desde este punto de vista, forma parte de un trivium de ciencias
concebibles. La primera se ocupará de las condiciones formales
por las que los signos significan, es decir, de la referencia
general de los símbolos a sus fundamentos o caracteres atribuidos,
y se podría denominar gramática formal: la segunda, la lógica,
se ocupará de las condiciones formales de la verdad de los
símbolos; y la tercera, que podríamos llamar retórica formal,
se ocupará de las condiciones formales de la fuerza de los
símbolos, es decir, de la capacidad que estos tienen de hablar
al espíritu, de su referencia en general a los interpretantes.”
Peirce (1987:31)
3. “La idea del ser
se presenta al mismo tiempo que la formación de una proposición.
Una proposición comporta siempre, además de un término que
expresa la substancia, otro término que expresa la cualidad
de esa substancia; la función de la idea del ser es unir la
cualidad a la substancia. La cualidad, pues, constituye en
su sentido más amplio la primera concepción del orden que
nosotros hemos establecido en el pasaje del ser a la substancia.”
Peirce (1987:25)
4.
“Es en oposición o en armonía como una cosa se refiere a un
correlato, si se puede atribuir a este término un sentido
más amplio que aquel que le damos habitualmente. El momento
de la introducción de la idea de referencia a un fundamento
es la referencia a un correlato, y esta última constituye
pues la idea que viene después en el orden que nosotros hemos
establecido.” Ibidem, p. 26.
5. Peirce se opone
a la idea cartesiana de que el sujeto anida bajo un pensamiento,
él mismo como fuente del lenguaje. En este sentido prefigura
el loquitur ergo sum —[ se habla] luego
existo— que podría reivindicar el psicoanálisis lacaniano,
desde el legado freudiano.
“Si
buscamos la luz de los hechos externos, los únicos casos de
pensamiento que podemos encontrar son casos de pensamiento
en los signos. Para decirlo claramente, ningún otro pensamiento
puede ser probado por hechos externos. Pero hemos visto que
es solamente a través de los actos externos como podemos conocer
el pensamiento. El solo pensamiento, pues, que puede ser conocido,
es el pensamiento en los signos. Pero el pensamiento que no
puede ser conocido no existe. Todo pensamiento, pues, debe
necesariamente ser en los signos. [...]
De
la proposición según la cual todo pensamiento es un signo,
se sigue que todo pensamiento debe dirigirse él mismo a otro
pensamiento y debe determinar otro pensamiento, ya que tal
es la esencia del signo. Esta, finalmente, no es más que otra
forma del bien conocido axioma según el cual en la intuición,
es decir, en el presente inmediato, no hay pensamiento, o
según el cual todo aquello sobre lo que se reflexiona tiene
un pasado. Hinc loquor inde est. El hecho de que desde
el instante en que se ha tenido un pensamiento cualquiera
se debe haber tenido otro pensamiento, es análogo al hecho
de que después de que ha pasado un tiempo se debe haber tenido
una serie infinita de tiempos. Decir pues que el pensamiento
no puede producirse en un instante sino que requiere un cierto
tiempo, no es más que otra manera de decir que todo pensamiento
debe ser interpretado en otro, o que todo pensamiento es en
los signos” Peirce (1987: 60)
6.
“Conviene tomar aquí el término de representación en un sentido
más amplio, que algunos ejemplos aclararán mejor que una definición.
Así, una palabra representa un objeto para la concepción que
se encuentra en el espíritu del oyente: un retrato representa
a la persona de la cual es el retrato para la concepción del
reconocimiento; una veleta representa la dirección del viento
para la concepción de aquel que sepa interpretarla y un abogado
representa a su cliente para el juez y para el jurado sobre
los cuales ejerce una influencia.” Peirce (1987: 27)
7. El efecto de sentido
consecuencia de la separación es constitutivo del sujeto —que
se identifica en el acto enunciativo. La enunciación primera
separa al Innenwelt del Umwelt, luego al aquí
del “en otra parte”, que se va a disociar de nuevo en otra
parte espacial y otra parte temporal. El otro como doble y
el tercero como anticipación de sí, pueden ubicarse también
en este juego de puntuación que poco a poco da sentido al
universo —y, en especial, al universo del niño que accede
al lenguaje.
8.
Cfr. Desgoutte (1997: 17-22) [-]
9.
“[...] la expresión semántica por excelencia es la frase.
Nos referimos a la frase en general, incluso sin distinguirla
de la proposición, para quedarnos con lo esencial, la producción
del discurso. Esta vez ya no se trata del significado del
signo, sino de aquello que se puede denominar el intenté,
de aquello que el hablante quiere decir, de la actualización
lingüística de su pensamiento.” Émile Benveniste (1974: 225)
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
BENVENISTE,
É. (1966) Problèmes de linguistique générale, Vol.I.
París: Gallimard. Trad. castellana Problemas de lingüística
general I. México: Siglo XXI, 1989. (1974) Problèmes
de linguistique générale, Vol. II. París: Gallimard.
DESGOUTTE,
J.-P. (1997) L’utopie cinématographique.París: L’Harmattan.
(1998) Motifs de rupture. París: L’Harmattan.[-]
LACAN,
J. (1966) Ecrits. París: Seuil.
PEIRCE,
Ch. S. [-](1987) Textes fondamentaux de sémiotique.
Traducción de Berthe Fouchier-Axelsen y Clara Fox. París:
Klincksieck.[-]
SAUSSURE,
F. de (1969) Cours de linguistique générale. París:
Payot.
Jean-Paul
Desgoutte, lingüista y cineasta, es actualmente
profesor en la Universidad de París VIII. Dirige el grupo
de investigación INTERMÉDIA. Entre sus publicaciones se incluyen
L’écriture du coréen (París: L’Harmattan, 2000); [La
mise en scène du discours audiovisuel (Paris: L’Harmattan,
1999);] L’utopie cinématographique (París: L’Harmattan,
1997).